Cerca de la sagrada ciudad del Apóstol, dominando los bosques y praderas que riegan las aguas oscuras del río Ulla, el Pazo de Oca yergue todavía las viejas almenas de su torre señorial, que recuerdan con nostalgia la grandeza de los tiempos pretéritos. Construida sobre una antigua fortaleza medieval, la construcción actual data de los siglos XVII-XVIII. Destacan sobre todo sus jardines, donde se rodaron importantes películas, desde la adaptación cinematográfica de las "Sonatas" de Valle-Inclán hasta "La piel que habito" de Pedro Almodóvar. Por todo ello, el Pazo de Oca es una de las construcciones palaciegas más emblemáticas de Galicia.
La torre señorial del Pazo de Oca, con sus almenas y su blasón.
Un crucero de piedra, labrado por el cincel de los antiguos canteros pontevedreses, nos da la bienvenida. Los blasones, que recuerdan con melancolía los tiempos pasados y dan fe de la nobleza de los señores del Pazo, lucen esculpidos en sus cuarteles grifos y cabezas de lobos heráldicos, dragones y leones rampantes, flores extrañas y yelmos de caballeros olvidados.
Uno de los muchos escudos herádicos que demuestran la nobleza de la casa señorial.
Por fin llegamos a los jardines del llamado "Generalife del Norte" o también "Versalles gallego" (¡Ya le habría gustado a Luis XIV, el "Rey Sol", pisar con sus botines de charol las largas avenidas vegetales del Pazo de Oca!). En ellos florecen algunas de las camelias más longevas de toda Europa, mecidas suavemente por la manos de la brisa. Nos perdemos por los íntimos senderos, mojados por las gotas del rocío matinal. Caminamos escuchando la voz de las fuentes de piedra, que musitan eternamente su vieja canción de plata.
Una de las muchas fuentes de piedra que "susurran" en los jardines de Oca.
Después de muchas vueltas por el laberinto de caminos cercados de camelias, salimos al estanque. Sobre sus aguas tranquilas flotan los nenúfares y navegan con elegancia los cisnes de gracia neoclásica. También se deslizan por la superficie del pequeño lago los pétalos caídos de las camelias, que parecen blancos navíos a la deriva. Quizá las ninfas ya no se ven perseguidas por los faunos en los bosques de Grecia porque prefieren vivir en el secreto de las umbrías de Galicia, para bañar sus rosadas caderas en las aguas del estanque del Pazo de Oca.
El agua es un elemento fundamental en los jardines de los pazos gallegos.
Regresamos al punto de partida. A veces, por el camino, nos sorprenden las sonrisas de gárgolas de piedra con formas zoomórficas o bellas estatuas de dioses clásicos, que nos miran con sus pupilas ciegas. ¡Cuantas esculturas de divinidades antiguas yacen olvidadas en los jardines de los pazos, con sus torsos desnudos a medio cincelar y sus brazos amortajados por el sudario verde de las hiedras!
Una estatua de piedra que decora los jardines palaciegos.
Es hora de volver. Ya las últimas ascuas del fuego crepuscular incendian los jardines del Pazo de Oca, ya las primeras estrellas vierten sus frías lágrimas de plata sobre las aguas nocturnas del estanque. A lo lejos, resuenan las campanadas de bronce de las iglesias compostelanas, que tocan un réquiem de bronce por la muerte del día. Sobre las cumbres lívidas del horizonte, la luna, conocedora de los secretos de la noche, también muestra su pálido rostro de doncella solitaria.
Emprendemos el regreso por las avenidas vegetales del pazo.
Los jardines del Pazo de Oca, actualmente propiedad del Ducado de Medinaceli, se pueden visitar libremente todos los días de sol a sol. Os recomendamos que les hagáis una visita, pues tienen bien merecido su sobrenombre de "Versalles" de Galicia. Después de pisar sus hierbas tendréis la sensación de regresar a la paz del Edén creado por Dios o de perderos en los desaparecidos jardines colgantes de la vieja Babilonia.
El autor en los jardines del "Versalles" de Galicia.
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