Tras el desastre de la Armada Invencible, las naves españolas que no habían sido sepultadas por las aguas del mar regresaban para ser reparadas en los astilleros españoles. La reina de Inglaterra Isabel I, aprovechando la debilidad de la flota hispana, quiso vengarse de su gran enemigo: Felipe II, que gobernaba desde El Escorial el imperio donde jamás se ponía el sol. Por eso, mandó preparar una gran flota conocida como la "Contraarmada", al mando del almirante Norrys y del corsario Francis Drake. Esta Contraarmada tenía dos objetivos principales: En priemr lugar, destruir los restos de los barcos españoles supervivientes. En segundo lugar, apoyar a los portugueses que luchaban por librarse de las garras de la Monarquía Hispánica.
Así, en mayo de 1589 una flota de 170 navíos británicos, capitaneada por el galeón de Drake, el "Golden Hill" ("La Cierva Dorada"), se dejaba ver por las costas gallegas. La flota británica consiguió burlar las defensas de la ciudad y fondear en el fondear de la ría de Coruña. Ante la superioridad numérica de los invasores (15.000 soldados ingleses contra 500 soldados defensores) el Marqués de Cerralbo, gobernador de Galicia por aquel entonces, ordenó evacuar los barrios de la ciudad y refugiar a la población en el Barrio Alto. Allí, tras las murallas, contendrían el ataque.
Pero los ingleses, gracias a sus minas, consiguieron derribar las murallas. Todo parecía indicar que los invasores acabarían fácilmente con los indefensos habitantes y saquearían la ciudad. Las balas de los arcabuces causaron innumerables bajas. Fue entonces cuando el almirante británico mató a Gregorio de Rocamunde. Esto cambiaría la batalla. Gregorio de Rocamunde era el marido de María Mayor de la Cámara, más conocida como María Pita. Después de ver el cadáver de su marido, María Pita cogió su lanza y atravesó de lado a lado el pecho del almirante británico. Luego se lanzó contra los ingleses, con las pupilas llenas de fuego, al grito gallego de "Quen teña honra que me siga!". Al ver esto, la población la siguió. Los defensores coruñeses consiguieron hacer retroceder a los ingleses, quienes, ante la inminente llegada de refuerzos españoles, emprendieron la retirada. Las calles de la Ciudad Vieja quedaron manchadas de sangre pero finalmente los barcos ingleses se disipaban en el horizonte, dejando largas estelas de derrota camino de las Islas Británicas. En Inglaterra les esperaba furiosa la Reina Isabel I.
La defensa de Coruña, una pequeña ciudad gallega contra las tropas de uno de los imperios más grandes de su tiempo, es un gran ejemplo de como la unión de la población civil puede derrotar a la fuerza militar. No fueron soldados los que salvaron a la ciudad herculina de las garras británicas, fueron personas normales y corrientes: artesanos, lavanderas, comerciantes, pescadoras, niños... María Pita representa la voluntad del pueblo. Por eso, una estatua de bronce se alza orgullosa en la plaza que lleva su nombre, el corazón de la ciudad, y por eso las olas del mar de Galicia le dedican himnos y salves de honor al romper en las playas.
Retrato de María Pita defendiendo las murallas de los barcos ingleses.
Pero los ingleses, gracias a sus minas, consiguieron derribar las murallas. Todo parecía indicar que los invasores acabarían fácilmente con los indefensos habitantes y saquearían la ciudad. Las balas de los arcabuces causaron innumerables bajas. Fue entonces cuando el almirante británico mató a Gregorio de Rocamunde. Esto cambiaría la batalla. Gregorio de Rocamunde era el marido de María Mayor de la Cámara, más conocida como María Pita. Después de ver el cadáver de su marido, María Pita cogió su lanza y atravesó de lado a lado el pecho del almirante británico. Luego se lanzó contra los ingleses, con las pupilas llenas de fuego, al grito gallego de "Quen teña honra que me siga!". Al ver esto, la población la siguió. Los defensores coruñeses consiguieron hacer retroceder a los ingleses, quienes, ante la inminente llegada de refuerzos españoles, emprendieron la retirada. Las calles de la Ciudad Vieja quedaron manchadas de sangre pero finalmente los barcos ingleses se disipaban en el horizonte, dejando largas estelas de derrota camino de las Islas Británicas. En Inglaterra les esperaba furiosa la Reina Isabel I.
Carta manuscrita por Felipe II en que le concede a María Pita una pensión vitalicia por su actuación en la batalla.
La defensa de Coruña, una pequeña ciudad gallega contra las tropas de uno de los imperios más grandes de su tiempo, es un gran ejemplo de como la unión de la población civil puede derrotar a la fuerza militar. No fueron soldados los que salvaron a la ciudad herculina de las garras británicas, fueron personas normales y corrientes: artesanos, lavanderas, comerciantes, pescadoras, niños... María Pita representa la voluntad del pueblo. Por eso, una estatua de bronce se alza orgullosa en la plaza que lleva su nombre, el corazón de la ciudad, y por eso las olas del mar de Galicia le dedican himnos y salves de honor al romper en las playas.
Estatua de María Pita en la plaza que lleva su nombre.
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