mércores, 17 de xullo de 2019

Las Ruinas de Santo Domingo

En nuestro paseo por Pontevedra prometimos hablar con más profundidad de las Ruinas de Santo Domingo. En el mismo corazón de la ciudad del Lérez, añorando siglos pasados y tiempos que se cumplieron, resisten acabar de caer estas espléndidas ruinas góticas. Nos las encontramos tras pasar por los alegres Jardines de Colón, con sus fuentes con forma de dioses antiguos, sus árboles mecidos por la brisa primaveral y sus estatuas del gran almirante.


Una de las fuentes en los Jardines de Colón.

Estas ruinas son los vestigios de un antiguo convento del siglo XIII fundado por los dominicos en Pontevedra. Las ábsides, que resisten erguidas ante la rápida fuga de las horas, son únicas en el arte gótico de Galicia. Además, para aumentar más el valor de las ruinas, en el interior se conservan sepulcros y sarcófagos en los que descansan las cenizas de poderosos caballeros como Tristán de Montenegro. Hay también escudos heráldicos y blasones de los principales linajes de la nobleza gallega.


Escudos herádicos en el interior de las ruinas del convento de Santo Domingo.

Tras la desamortización de Mendizábal en 1836 el convento fue abandonado. Las ruinas góticas de Santo Domingo fueron a punto de ser demolidas, pero se salvaron gracias a su declaración como Monumento Nacional en el año 1895. Ahora forman parte del Museo de Pontevedra, uno de los mejores museos locales de toda España, siendo el edificio más antiguo de todos los que lo constituyen. Un ejemplo de como pueden convivir en armonía la tradición con la modernidad, el pasado con el presente...


Vista lateral de las ruinas de Santo Domingo de Pontevedra.

Siempre que visitéis Pontevedra, ese gran museo de piedra al aire libre, haced una parada delante de las ruinas de Santo Domingo. Os recibirá su crucero de granito, labrado por el cincel de los antiguos canteros pontevedreses. A mí me gusta ver las Ruinas de Santo Domingo, con sus melancólicas bóvedas incendiadas por las ascuas del crepúsculo, erguidas en la céntrica calle de Montero Ríos, en el mismo corazón de la ciudad. Unas ruinas vivas, que no son restos tristes ni nos recuerdan continuamente los tópicos del tempus fugit y del vanitas vanitatis. A su lado, delante de sus piedras antiguas, arrullan las palomas y juegan alegras los niños, libres aún de las preocupaciones de la vida.


Vista frontal de las ruinas de Santo Domingo.

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