Despertó.
Dudaba
si tenía los ojos abiertos o cerrados debido a la oscuridad que
reinaba a su alrededor.
Al
poco tiempo, su vista se fue acostumbrando y pudo distinguir, a
grandes rasgos, donde estaba.
Sin
duda, estaba en un pequeño habitáculo, con algún triste mueble; un
pequeño colchón, una mesa, una ridícula silla y un oscuro agujero
en el suelo.
A
tientas, se levantó del frío suelo haciendo un poderoso esfuerzo,
puesto que, tenía el cuerpo entumecido, se sentó al borde la cama.
Sumido en una exacerbada desesperación, intentó recordar como había
llegado allí, y sobretodo quién era.
Al
momento, una luz iluminó toda la estancia, fue entonces cuando cobró
sentido, cuando un atisbo de esperanza le sobrevino. Una nota en la
pared rezaba “Henry”.
-Henry…-
Se dijo, al punto de sollozar como un niño.
Vio
entonces un pequeño ordenador en el otro extremo de la habitación y
un pequeño folio a su lado. En él, filas y filas de números
estaban escritas, cada una, correspondía a una palabra o pequeña
frase. Justo entonces, el ordenador se encendió con un estruendo
aterrador, y la pantalla lanzó un mensaje.- Bienvenido 0349. Hola
Henry.
Otra
diapositiva ocupó el lugar de la anterior, ahora se podía leer, en
grandes letras negras como el carbón, “Poder” y debajo de ella,
una casilla en blanco.
Henry
buscó, nervioso, en el folio. Rápidamente encontró la palabra a
traducir.
Tecleó
y cuando hubo acabado, apareció otra… “Traición”. De nuevo,
otra… “Libertad”.
Así
durante un buen rato, con más y más palabras, hasta que, el
ordenador se bloqueó con otro repentino y horrible ruido. Eso sí,
finalmente apareció un mensaje.- Buen trabajo, siga así.
Seguidamente,
una bandeja corrió por debajo de la puerta como un galgo en busca de
su presa.
Henry,
se lanzó a por la bandeja, suponiendo que se trataba de una
suculenta comida, y en efecto, lo era.
Nunca
antes, comida tan repugnante le había sabido a gloria, nunca antes
se había llevado a la boca nada tan sabroso.
Al
acabar de digerir, fijó su vista en una pequeña grieta que había
en la pared, un pequeño recoveco. Demasiado pequeño como para
escapar, pero suficiente como parar poder espiar el exterior.
Echó
un vistazo consumido por la curiosidad, pero no logró ver nada.
Extrañamente,
el cansancio causó mella, hasta el punto de tener que arrastrarse
hasta la camisa y descansar como un bebé.
Los
días se fueron sucediendo y surgió la rutina. Palabras del estilo
de “Líder”, “Democracia”, “Pueblo”, “Violencia”
“Alzamiento” “Cruzada”, entre otras, fueron pasando con los
correspondientes números, tecleados por el propio Henry, y cada
día,al finalizar los mensajes adquirían mayor importancia para él,
puesto que alababan de sobremanera su trabajo. Y Henry empezó a
sentirse responsable.
Sin
embargo, un día , volvió la angustia a su ser, y ese día decidió
no teclear nada, se limitó a gritar y a desesperarse, torturado por
su desconocido pasado. Esa noche, ninguna bandeja corrió por debajo
de la puerta.
A
la mañana siguiente, intentó recobrar las fuerzas y la cordura y
volvió a su pesarosa rutina que tanto desdén le causaba. Surgió
entonces, su ansiado mensaje en la pantalla del destartalado
ordenador, “Eres imprescindible Henry, sigue así,”
¿Lo
era? ¿Era realmente imprescindible para algún fin concreto? ¿Servía
para algo? ¿Era algo más que un amasijo de carne y dudas?
Una
sensación de confortabilidad recorrió su espalda, pero a su vez,
estaba disgustado al no poder compartirlo con nadie, y las dudas
volvieron.
¿Quién
era? Henry. Eso seguro. Pero ¿Quién estaba detrás de ese nombre?
¿Quién le había encerrado en una habitación, sin salida, sin
compañía… Sin nada, excepto el trabajo que le alimentaba cada
noche?
Era,
nada menos, que un esclavo.
Un
jodido esclavo.
Al
punto del colapso, cogió el papel higiénico, y un pequeño lápiz
convenientemente colocado en la mesa del ordenador. Comenzó
entonces, a descargar sus dudas y pensamientos con una ira furibunda,
escribía con el corazón en el puño, latiendo para sobrevivir.
Esos
escritos, no eran más que bilis vomitada por la boca de la
desesperación vital. Oraciones sin sentido, pero llenas de esencia,
de humanidad.
Logró
calmarse.
La
terapia funcionó de maravilla.
De
pronto, unos gritos desgarradores inundaron la habitación, provenían
de la pequeña grieta que antes había examinado. Se asomó con
cierto temor, y vio a un hombre, como él, desesperado. Llorando,
como si hubiese llegado a un mundo desolado.
.-Psst…-
gruñó Henry.
.-¿Quién
es?- contestó el hombre.
.-Tranquilo,
soy otro como tú, llevo varias semanas creo, se me antojan años…
Por
fin el hombre encontró el recoveco desde donde habla Henry.
.-
¿Que hago aquí?.-
.-No
lo sé.
.-¿Quién
eres?
.-Llamame
Henry, o 0349. Como prefieras…
.-¿Como?
Ese soy yo.
-Que
casualidad, dos Henrys al lado.
-
No, yo también soy 0349.
En
ese momento de confusión, entraron dos hombres, llevando un
pasamontañas.
Cogieron
a Henry de las piernas y sin mediar palabra , le sometieron a una
tortura improvisada, a golpes.
Henry
entonces perdió la conciencia del tiempo.
Despertó
atado a una silla.
Delante,
un señor de avanzada edad, elegante, que le miraba con
condescendencia.
-¿Algo
que declarar?-añadió sin dejar de fijar su vista en Henry.
-¿Quién
soy? ¿Que hago aquí?- espetó Henry, impasible.
-
Nada, no eres nada. Carne de cañón, como todos. Trabajar para
comer. Y hasta en eso has fracasado. Eres un lastre. Un eslabón a
eliminar. No cuestiones. Has malgastado tu segunda oportunidad.
-Pero…
¿Por qué?
Un
disparo acabó con él en ese mismo instante y otra flor fue sesgada
de la llanura.