sábado, 29 de xuño de 2019

0349

Despertó.
Dudaba si tenía los ojos abiertos o cerrados debido a la oscuridad que reinaba a su alrededor.
Al poco tiempo, su vista se fue acostumbrando y pudo distinguir, a grandes rasgos, donde estaba.
Sin duda, estaba en un pequeño habitáculo, con algún triste mueble; un pequeño colchón, una mesa, una ridícula silla y un oscuro agujero en el suelo.
A tientas, se levantó del frío suelo haciendo un poderoso esfuerzo, puesto que, tenía el cuerpo entumecido, se sentó al borde la cama. Sumido en una exacerbada desesperación, intentó recordar como había llegado allí, y sobretodo quién era.
Al momento, una luz iluminó toda la estancia, fue entonces cuando cobró sentido, cuando un atisbo de esperanza le sobrevino. Una nota en la pared rezaba “Henry”.
-Henry…- Se dijo, al punto de sollozar como un niño.
Vio entonces un pequeño ordenador en el otro extremo de la habitación y un pequeño folio a su lado. En él, filas y filas de números estaban escritas, cada una, correspondía a una palabra o pequeña frase. Justo entonces, el ordenador se encendió con un estruendo aterrador, y la pantalla lanzó un mensaje.- Bienvenido 0349. Hola Henry.
Otra diapositiva ocupó el lugar de la anterior, ahora se podía leer, en grandes letras negras como el carbón, “Poder” y debajo de ella, una casilla en blanco.
Henry buscó, nervioso, en el folio. Rápidamente encontró la palabra a traducir.
Tecleó y cuando hubo acabado, apareció otra… “Traición”. De nuevo, otra… “Libertad”.
Así durante un buen rato, con más y más palabras, hasta que, el ordenador se bloqueó con otro repentino y horrible ruido. Eso sí, finalmente apareció un mensaje.- Buen trabajo, siga así.
Seguidamente, una bandeja corrió por debajo de la puerta como un galgo en busca de su presa.
Henry, se lanzó a por la bandeja, suponiendo que se trataba de una suculenta comida, y en efecto, lo era.
Nunca antes, comida tan repugnante le había sabido a gloria, nunca antes se había llevado a la boca nada tan sabroso.
Al acabar de digerir, fijó su vista en una pequeña grieta que había en la pared, un pequeño recoveco. Demasiado pequeño como para escapar, pero suficiente como parar poder espiar el exterior.
Echó un vistazo consumido por la curiosidad, pero no logró ver nada.
Extrañamente, el cansancio causó mella, hasta el punto de tener que arrastrarse hasta la camisa y descansar como un bebé.

Los días se fueron sucediendo y surgió la rutina. Palabras del estilo de “Líder”, “Democracia”, “Pueblo”, “Violencia” “Alzamiento” “Cruzada”, entre otras, fueron pasando con los correspondientes números, tecleados por el propio Henry, y cada día,al finalizar los mensajes adquirían mayor importancia para él, puesto que alababan de sobremanera su trabajo. Y Henry empezó a sentirse responsable.
Sin embargo, un día , volvió la angustia a su ser, y ese día decidió no teclear nada, se limitó a gritar y a desesperarse, torturado por su desconocido pasado. Esa noche, ninguna bandeja corrió por debajo de la puerta.
A la mañana siguiente, intentó recobrar las fuerzas y la cordura y volvió a su pesarosa rutina que tanto desdén le causaba. Surgió entonces, su ansiado mensaje en la pantalla del destartalado ordenador, “Eres imprescindible Henry, sigue así,”
¿Lo era? ¿Era realmente imprescindible para algún fin concreto? ¿Servía para algo? ¿Era algo más que un amasijo de carne y dudas?

Una sensación de confortabilidad recorrió su espalda, pero a su vez, estaba disgustado al no poder compartirlo con nadie, y las dudas volvieron.
¿Quién era? Henry. Eso seguro. Pero ¿Quién estaba detrás de ese nombre? ¿Quién le había encerrado en una habitación, sin salida, sin compañía… Sin nada, excepto el trabajo que le alimentaba cada noche?
Era, nada menos, que un esclavo.
Un jodido esclavo.

Al punto del colapso, cogió el papel higiénico, y un pequeño lápiz convenientemente colocado en la mesa del ordenador. Comenzó entonces, a descargar sus dudas y pensamientos con una ira furibunda, escribía con el corazón en el puño, latiendo para sobrevivir.
Esos escritos, no eran más que bilis vomitada por la boca de la desesperación vital. Oraciones sin sentido, pero llenas de esencia, de humanidad.

Logró calmarse.
La terapia funcionó de maravilla.
De pronto, unos gritos desgarradores inundaron la habitación, provenían de la pequeña grieta que antes había examinado. Se asomó con cierto temor, y vio a un hombre, como él, desesperado. Llorando, como si hubiese llegado a un mundo desolado.
.-Psst…- gruñó Henry.
.-¿Quién es?- contestó el hombre.
.-Tranquilo, soy otro como tú, llevo varias semanas creo, se me antojan años…
Por fin el hombre encontró el recoveco desde donde habla Henry.
.- ¿Que hago aquí?.-
.-No lo sé.
.-¿Quién eres?
.-Llamame Henry, o 0349. Como prefieras…
.-¿Como? Ese soy yo.
-Que casualidad, dos Henrys al lado.
- No, yo también soy 0349.

En ese momento de confusión, entraron dos hombres, llevando un pasamontañas.
Cogieron a Henry de las piernas y sin mediar palabra , le sometieron a una tortura improvisada, a golpes.
Henry entonces perdió la conciencia del tiempo.
Despertó atado a una silla.
Delante, un señor de avanzada edad, elegante, que le miraba con condescendencia.
-¿Algo que declarar?-añadió sin dejar de fijar su vista en Henry.
-¿Quién soy? ¿Que hago aquí?- espetó Henry, impasible.
- Nada, no eres nada. Carne de cañón, como todos. Trabajar para comer. Y hasta en eso has fracasado. Eres un lastre. Un eslabón a eliminar. No cuestiones. Has malgastado tu segunda oportunidad.
-Pero… ¿Por qué?
Un disparo acabó con él en ese mismo instante y otra flor fue sesgada de la llanura.




xoves, 27 de xuño de 2019

O Pergamiño Vindel

Hai xa case dous anos, despois de moito tempo lonxe das ondas do mar de Vigo que cantaron os seus versos, as cantigas do trobador vigués Martin Codax regresaban a Galicia. Desde o 10 de outubro de 2017 ata o 4 de marzo de 2018, esta xoia da literatura medieval europea púidose visitar no Museo do Mar de Galicia, na cidade de Vigo, a carón mesmo da Praia de Samil.



Réplica dunha dorna que se pode ver no Museo do Mar de Vigo.

Alí nos fomos desde Coruña. Foi nun día de chuvia do mes de decembro, pola ponte da Constitución.     Tras varias horas en coche, coa canción monótona das pingas de chuvia golpeando no cristal, chegamos por fin ao Museo do Mar. Antes de ver o pergamiño, fixemos un breve percorrido polas salas do museo, que gardan os segredos e misterios do mar de Galicia. Puidemos ver réplicas de dornas de madeira, nas que navegaban os mariñeiros polas nosas rías no pasado; escafandras e demais instrumentos de mergullo, empregados polos aventureiros que buscaban os lendarios tesouros dos galeóns de Rande; un mapa da viaxe do HMS Beagle, o barco no que navegou Charles Darwin... e ata poidemos ver unha réplica do Trofeo Teresa Herrera gañado polo Real Club Celta de Vigo na casa do seu eterno rival.


Trofeo Teresa Herrera que se pode ver no Museo do Mar de Vigo.

Despois de visitar as salas do Museo, a guía da exposición levounos por fin a planta que gardaba o Pergamiño Vindel, obxecto principal da nosa visita. Nesta sala, decorada con putros obxectos do Medievo, retrocedemos aos tempos das cantigas galego-portuguesas. Vemos biblias traídas de diferentes catedrais españolas, chaves oxidadas que abrían as portas de cidades medievais, columnas pertencentes ás grandes abadías de Galicia (Sobrado dos Monxes, Oseira, Samos...), instrumentos de madeira que reproducen os que tocan os músicos anciáns no Pórtico da Gloria, cítaras que tocaban os trobadores nas Cortes de Portugal e Castela... E, por fin, cun cadro das Illas Cíes pintadas por Lugrís de fondo, o Pergamiño Vindel coas sete cantigas de Martin Codax, escritas no manuscrito coa minuciosa caligrafía do amanuense medieval.


O Pergamiño Vindel coas sete cantigas de Martin Codax.

O 4 de marzo de 2018 o Pergamiño Vindel, único documento que contén a notación musical das cantigas medievais galego-portuguesas, regresou aos Estados Unidos, á Morgan Library de Nova York. Unha lástima que unha peza de valor incalculable, unha das obras máis importantes da nosa literatura non se poida visistar en Galicia. En fin, despois de visistar o museo, buscamos un restaurante para comer ao lado da praia de Samil, envolta nun manto gris de orballo, coa silueta das Illas Cíes de fondo. Alí, naquela mañá gris da ponte da Constitución, facía balance daquel primeiro cuadrimestre na carreira. Por último, despois de terminar a comida, subimos outra vez ao coche para volver a Coruña, mentres na praia rompían mansas as ondas do mar de Vigo, meu amigo...


Mural de Luís Seoane no Museo do Mar de Vigo.

venres, 21 de xuño de 2019

En el cementerio de Adina

En Iria Flavia, el último nombre latino del Occidente según Cela, nos encontramos con uno de los cementerios más emblemáticos de Galicia: Adina. Ángeles y cruces de piedra guardan el sueño de los muertos, arrullados por la canción del ruiseñor en los cipreses. En este camposanto, cuyo silencio turban tan solo los coches y peregrinos que pasan camino de Compostela, descansaron dos de las plumas más ilustres de Galicia.


Vista lateral del cementerio de Adina con la colegiata de Santa María de fondo.

Entramos en el camposanto con respeto, cuidando de no pisar las losas del suelo ni turbar el eterno descanso de los difuntos. Tocan las campanas de la colegiata de Santa María de Iria Flavia, uno derlos primeros templos marianos de toda la Península. Llegamos a la tumba donde descansa para siempre Camilo José Cela, a la sombra del olivo centenario. El Premio Nobel gallego quiso volver a su tierra natal para dormir por los siglos de los siglos. 


Tumba de Camilo José Cela Trulock en el cementerio de Adina.

Enfrente justo del cementerio se levanta la Fundación Camilo José Cela, que guarda la memoria del último Premio Nobel de Literatura español. Dentro de la Fundación se puede conocer mejor la vida del autor de "La Colmena". En 1996, por sus méritos literarios, el rey Juan Carlos I le nombró I Marqués de Iria Flavia. Aunque no creemos que a estas alturas deban seguir existiendo los títulos nobiliarios, si nos gusta el lema que Cela escogió para su blasón: "El que resiste, gana".


Fachada de la Fundación Camilo José Cela. con el escudo del Marquesado de Iria Flavia.


También durmió bajo la tierra de Adina, muy cerca de la Casa da Matanza donde dio sus últimos suspiros, la gran Rosalía de Castro. La gran musa de Galicia quería descansar aquí de las negras sombras y las lágrimas vertidas en vida. Sin embargo, hoy Rosalía ya no duerme bajo los olivos de Adina. Sus restos fueron trasladados al Panteón de Galegos Ilustres, en el compostelano convento de Santo Domingo de Bonaval. Aún así, una lápida conmemorativa nos recuerda el lugar donde reposó Rosalía. Salimos del cementerio. Ya los últimos rayos del día se posan en las torres de Santa María. Los mirlos y los ruiseñores cantan en las copas de los olivos y los cipreses, que guardan el sueño de los difuntos. Acabamos de conocer uno de los cementerios gallegos más históricos. En él fueron enterrados dos de las mayores glorias literarias de Galicia: Que descansen en paz.


Lápida del cementerio de Adina que recuerda el lugar donde estuvo enterrada Rosalía de Castro.

martes, 18 de xuño de 2019

En Pontevedra con Valle-Inclán

Aproveitando que chegan as vacacións estivais, despois dun longo curso, collemos o coche para seguir coñecendo Galicia, pois faltan aínda moitos lugares por descubrir na nosa terra. Esta vez visitamos Pontevedra, a capital das Rías Baixas que regan as augas do río Lérez. Unha cidade chea de historia, mais tamén unha das máis modernas de Galicia.


Vista da Ponte dos Tirantes, enriba das augas do Río Lérez.

E que mellor maneira de coñecer Pontevedra que da man dun dos seus habitantes máis célebres: Ramón María del Valle-Inclán, que paseou durante moitos anos as súas longas barbas de chivo pola cidade do Lérez. O gran literato galego fainos de cicerone polas rúas empedradas e polas fermosas prazas pontevedresas. Camiñamos entre casas brasonadas, pazos urbanos, acolledores soportais e cruceiros labrados polo cicel dos vellos canteiros galegos. Tamén moitas fontes fan honor ao cantar popular que di: "Pontevedra é boa vila, da de beber a quen pasa".


Unha das características fontes na Praza da Verdura de Pontevedra.

Chegamos a Praza das Ferrerías, unha das máis coñecidas da cidade. Nela vemos os xardíns de Casto Sampedro, coas súas fontes cantareiras. Ao fondo vemos a fachada do convento de San Francisco. No seu interior, nun maxestoso sartego de granito, descansan as cinzas do meu querido Paio Gómez Chariño, trobador e mariño galego do século XIII. Xusto detrás da praza, atopámonos co santuario da Virxe da Peregrina, patroa da cidade. Tamén vemos un monumento do loro Ravachol, emblema do Entroido de Pontevedra.


Vista do santuario da Virxe da Peregrina desde os xardíns de Casto Sampedro.

Seguimos o noso percorrido por Pontevedra: a Praza da Leña, a Ponte do Burgo, a Praza da Verdura, o Pazo de Mugartegui, a Basílica de Santa María, a Rúa Real, a Praza do Teucro, a Casa das Campás, o Cruceiro das Cinco Rúas... Pasamos por diante do Concello (por certo, o día da nosa visita tomaba posesión por sexta vez como alcalde Miguel Anxo Fernández Lores). Chegamos ás ruínas de Santo Domingo, que se levantan lembrando séculos pasados e tempos que foron. Falaremos con máis profundidade delas noutro momento, porque ben merecen un texto a parte. Despois de visitar as magníficas ruínas, perdémonos polos xardíns de Colón, preto da Alameda pontevedresa. Alí, arredor dunha estatua do gran navegante, fontes con forma de deuses antigos e nenos espidos deixan caer fervenzas dos seus canos de bronce. 


Estatua de Cristóbal Colón nos xardíns de Pontevedra que levan o seu nome.

É tempo de marchar. Dóenos no corazón ter que lle dicir adeus á Pontevedra, esa fermosa cidade que tan ben nos acolleu nas súas prazas e rúas. Mais as campás da Peregrina xa tocan un réquiem pola morte do día. As sombras comezan a medrar e debemos regresar á Coruña. Emprendemos o camiño de volta. Deixamos na Praza de Méndez Núñez a Valle-Inclán, o noso guía neste roteiro por Pontevedra. Alí queda don Ramón, contemplando como pasan as xentes polas rúas da cidade que tanto quixo. Adeus, Pontevedra: Volverémonos ver.


Estatua de Ramón María del Valle-Inclán na cidade de Pontevedra.

luns, 17 de xuño de 2019

La nao Victoria

El pasado mes de septiembre, cuando ya morían los últimos días del verano, amarró sus anclas en el puerto coruñés una réplica de la Nao Victoria, la célebre nave con la que Magallanes y Juan Sebastián Elcano dieron la primera vuelta al mundo. Así que nos dirigimos a la marina de la ciudad coruñesa. Bajamos desde las calles de la Ciudad Vieja. Los rayos de luz matinal se posaban en el blasón de la Casa Cornide, antaño residencia del ilustrado coruñés José Cornide.


La Casa de Cornide, cuna del gran ilustrado gallego José Cornide Saavedra.

Luego descendemos por la Calle Damas, escuchando la canción argentina que sale de los caños de la Fuente del Deseo, en la Plaza de Azcárraga. Nuestros zapatos arrancan un eco de siglos al pisar las calles empedradas de la Ciudad Vieja. Dejamos atrás la Iglesia de Santiago, cuyas campanadas se mezclan con el canto de las gaviotas. Divisamos ya las blancas galerías, iluminadas por el candente sol del mediodía, como mejillas de muchachas que se sonrojaran al vernos. Al fondo, cabeceando sobre las olas, mecidos por la brisa de la tarde, cabecean los mástiles y las banderas de la réplica de la Nao Victoria.


Vista de las emblemáticas galerías de la Ciudad de Cristal.

Subimos a bordo para rememorar el célebre viaje de Magallanes, la primera circunnavegación del orbe en la Historia de la Humanidad. La nao Victoria fue construida en los astilleros de Zarautz, en el País Vasco. Formaba parte de la conocida como "Armada de las especies", una flota a la que el emperador Carlos V había asignado la misión de navegar hacia las llamadas "islas de las especies". Zarpó de Sevilla el 10 de agosto de 1519, con el almirante portugués Fernando de Magallanes al mando. Tras superar mil vicisitudes, la flota capitaneada por la nao Victoria pasa por la Patagonia,  cruza el Cabo de Hornos, sale al Océano Pacífico y llega a las Islas Marianas. Arriban también al archipiélago de las Islas Filipinas, donde muere Fernando de Magallanes. El marino vasco Juan Sebastián Elcano es elegido nuevo capitán de la Victoria. Sería pues a las órdenes de Elcano, cuando el 6 de septiembre de 1522, después de tres años de larga travesía, la nao Victoria recalaba en el puerto de Sanlúcar de Barrameda. Así terminaba la primera vuelta mundo en barco de la historia.


El Castillo de San Antón, testigo de tantas batallas en el pasado.

Cuando la sangre del crepúsculo se derrama sobre las almenas del Castillo de San Antón, desembarcamos del insigne navío. Atrás quedan las banderas y los mástiles de la Nao Victoria. Al amanecer, la Nao Victoria dejó las costas gallegas. Su mascarón de proa, con sirenas de bellas sonrisas y senos desnudos esculpidas, tenía que seguir humillando las olas de los mares. Esperemos que algún día vuelva a hacernos una visita.


Réplica de la Nao Victoria, que se pudo visitar en el puerto coruñés el pasado mes de septiembre.

martes, 11 de xuño de 2019

El señor Lugrís y la negra sombra

Tenemos predilección por el gran Urbano Lugrís, pintor de monstruos marinos y ciudades sumergidas, almirante de sueños y leyendas de salitre,  timonel de las alegres barcarolas y bahías del estío. Por eso queríamos hoy recomendaros un libro sobre su vida: "El señor Lugrís y la negra sombra" del escritor Luis Rei Núñez, publicado por Ediciones del Viento. A través de sus páginas podréis acompañar al genial artista durante los últimos días de su travesía vital: encontar al poeta Avilés de Taramancos en el romántico Jardín de San Carlos (a la sombra de cuyos mirtos seculares descansan las cenizas del héroe británico sir John Moore), escuchar las palabras mágicas de don Álvaro Cunqueiro amenizando las tertulias del desaparecido Café Galicia...


Portada del libro "El señor Lugrís y la negra sombra".

La novela se centra en los años más duros de la vida del artista, años en los que Lugrís navega por los mares más amargos, a la deriva siempre. A partir de 1936, tras la caída de la República, el círculo de galleguistas y republicanos en el que se forma Lugrís desaparece. Muchos de sus amigos (Rafael Dieste, Luís Seoane...) marchan al exilio. El artista se queda prácticamente solo, fuera de lugar. Desorientado, incomprendido, el pintor tendrá que sobrevivir a la pobreza cultural (y no solo cultural) del franquismo. Huye de la dolorosa realidad y se refugia en su propio mundo pintando sirenas aladas y nubes de colores imposibles, alegres naufragios y serpientes marinas, islas errantes perseguidas por San Brandán y grutas llenas de secretos. El único consuelo para nuestro desnortado pintor es frecuentar las tabernas y prostíbulos con sus compañeros de la bohemia coruñesa, una galería de personajes inadaptados a la realidad del momento (el poeta Miguel González Garcés, el cantante Pucho Boedo, el futbolista Luis Suárez...)


Caricatura de Lugrís realizada por el autor sobre un dibujo de Álvaro Cebreiro.

Finalmente, Urbano dejará su Coruña natal para pasar sus últimos días en Vigo. Allí, en la ciudad olívica, Lugrís seguirá visitando su mundo sumergido debajo de las olas: resucitará la leyenda de los galeones de Rande, pintará las Islas Cíes como tres esmeraldas que coronasen la frente de la reina de las rías de Galicia, escribirá relatos y poemas teñidos por la negra sombra de la melancolía. Son sus años más duros. Apenas unos pocos amigos lo sacan de su soledad absoluta. Aislado de la sociedad, alejado del mundo real, olvidado por todos, Urbano Lugrís González muere la Nochebuena de 1973 en un hospital de Vigo. Apenas veinte personas, refugiadas bajo sus paraguas de la lluvia de diciembre, asistirán al entierro. Un final injusto para Lugrís. Por eso recomendamos este libro. Para recuperar la figura del que fue uno de los mayores artistas que dio la Galicia del siglo XX. O mejor dicho, dejando palabras tan grandilocuentes que no gustarían al señor Lugrís, del que fue el pintor del mar, el pintor del mar de Galicia.


"Romería gallega", uno de los cuadros que pinta Lugrís en sus últimos años.