domingo, 22 de setembro de 2019

"El cuento de Sirena"

La mente de los antiguos pobló de míticas criaturas las grutas y profundidades del Mediterráneo: las sirenas. Sus cantos legendarios intentaron seducir a Ulises, cuando trataba de regresar a Ítaca en sus travesías por los mares de las islas de Grecia, coronadas de mármoles ilustres. En Galicia, en las aguas misteriosas del Atlántico, también tenemos una sirena: dona Mariña. Os vamos a contar su historia.


La Sirena pintada por Lugrís. 

Alrededor del año mil, una mañana de primavera, un caballero paseaba por una playa de la Ría de Arousa. A lo lejos, cercada de calientes espumas, la Isla de Sálvora se dejaba ver tras las brumas del amanecer. De repente, el caballero cayó dentro de las olas del mar. Iba vestido con su armadura, que le arrastraba hacia el fondo. Entonces apareció la Sirena del Finisterre, habitante del mar del fin del mundo, para salvar al desesperado caballero. El caso es que la Sirena se enamoró de su rescatado, así que se lo llevó para su hogar en la Isla de Sálvora. Allí consumaron sus amores, mientras escuchaban los cantos de las gaviotas y los lamentos de las olas al morir en las playas. De sus amores nacieron los primeros vástagos del linaje de los Mariño de Lobeira, que por eso tienen como blasón a la Sirena sosteniendo las armas de la familia.

                            Resultado de imaxes para A serea dos Mariño

La Sirena de los Mariño.

Pasados varios años, el caballero decidió volver a tierra con sus descendientes. La Sirena aceptó con una condición: cada generación, uno de sus hijos debería regresar al mar con ella. El elegido para satisfacer este tributo tendría los ojos azules. Desde entonces, se cree que todos los Mariño que tienen ojos azules desaparecen en la mar para cumplir la maldición de la Sirena.


Pintura de Miguelanxo Prado sobre la Sirena.

La leyenda de los Mariño, recogida ya por el conde de Barcelos en su Nobiliario del siglo XIV, fue tratada muchas veces por artistas como Valle-Inclán o Castelao. Nosotros os queríamos recomendar hoy la versión de Torrente Ballester. Se titula "El cuento de Sirena", publicado por la editorial Ézaro de Madrid. En él, el escritor actualiza la leyenda de la Sirena de los Mariño de forma magistral. Además, el libro cuenta con las magníficas ilustraciones de nuestro querido Miguel Anxo Prado.


Una de las ilustraciones de Miguelanxo Prado.

Así que si quereis saber más sobre la leyenda de los Mariño, buscad este libro. La pluma de Torrente Ballester os lo contará mucho mejor que nosotros. Y las pinturas marineras de Miguel Anxo Prado (anclas, caracolas, estrellas de mar, estelas de travesías olvidadas, islas ignotas, profecías de naufragios, leyendas de salitre...) os sumergirán en la leyenda de dona Mariña, la legendaria Sirena del Finisterre, que salió de las olas del mar para posarse sobre las piedras heráldicas de los pazos.


Portada de "El cuento de Sirena".

martes, 10 de setembro de 2019

En Compostela con Valle-Inclán

A cidade de Santiago de Compostela foi crucial na vida de Valle-Inclán. Porque, quen pode contemplar as pedras eternas de Compostela, as súas rúas empedradas, as gárgolas dos tellados que deixan caer fervenzas das súas bocas nas tardes de chuvia; sen levalas gravadas no seu corazón? Os seus amores con Compostela comezaron en setembro de 1886, cando se traslada para cursar a carreira de Dereito. Non aprobou ningún curso, mais descubriu a súa vocación literaria.


Os ollos de Valle-Inclán póusanse nas torres da catedral.

Poderíamos facer un percorrido literario pola cidade detrás das pegadas de Valle. Comezamos, como non podía ser doutro xeito, no Paseo dos Leóns da Ferradura. Nun dos seus bancos agárdanos don Ramón, escoitando o bruar do vento nos carballos de Santa Susana, contemplando cos seus ollos enigmáticos as torres da catedral. Camiñamos pola Alameda, escenario de tantos bicos e romances secretos, ata chegar a Porta Faxeira, unha das sete da desaparecida muralla medieval de Santiago de que nos fala o Códice Calixtino.


O busto do Príncipe das Letras na Praza de Cervantes.

E pisamos xa nas rúas milenarias do casco vello, lousas gastadas polos pasos constantes dos peregrinos durante séculos. Qué fermosas rúas de pedra, que discorren entre casas brasonadas e soportais decorados con vieiras e marcas de vellos canteiros! E tan fermosos como as propias rúas son os nomes destas, nomes que gardan ecos do pasado: Franco, Vilar, Nova, Raíña, Xelmírez, Casas Reais, Conga, Preguntoiro, San Francisco, Val de Deus, Orfas, Fonseca, Troia, Xerusalén... Chegamos á Praza de Cervantes. Nela vemos o busto do Príncipe das Letras, que mira con ollos altivos as nubes que pasan.


Busto de Valle-Inclán na Praza de Galicia.

Os nosos pasos lévannos ao vello Café Derbi, un dos centros intelectuais da cidade. Alí facía tertulia Valle-Inclán nas tardes do seu derradeiro ano de vida, antes de que tocasen por el as badaladas de Compostela. Pois foi en Santiago onde don Ramón nos deixaba para sempre o 5 de xaneiro de 1936. Os seus restos durmen na paz do cemiterio de Boisaca, nos arrabaldes da cidade. Aquí, diante do seu busto na Praza de Galicia, rematamos o noso paseo literario. O sol xa se deita tras os cumes do  monte Pedroso. Nós despedímonos de Valle-Inclán e perdémonos polas vellas rúas, repletas de peregrinos, que xa se preparan para celebrar o Ano Xacobeo de 2021.


Faltan só dous anos para que volvamos abrir a Porta Santa.

venres, 6 de setembro de 2019

La tumba de Valle-Inclán

En el cementerio de Boisaca, en las afueras de la ciudad de Santiago de Compostela, descansan para siempre los restos de don Ramón María del Valle-Inclán. De sus manos huesudas y de sus largas barbas de chivo ya solo quedan grises cenizas, cenizas que reposan debajo de la humilde lápida cubierta de musgos, a la sombra de los cipreses oscuros y pensativos. Hoy visitamos la tumba del gran escritor gallego, para que no muera su memoria. 


Caminando por las rúas eternas de Compostela. 

Ramón María del Valle-Inclán moría el día 5 de enero de 1936, precisamente en Santiago. Terminaba su travesía vital en Galicia, tras pasar por ese México de leyendas de dioses crueles y trágicas dinastías y de los besos azucarados de la Niña Chole, por las tertulias y los cafés de la bohemia de Madrid, por las trincheras del frente francés en la Primera Guerra Mundial... Don Ramón regresaba para morir en su Galicia natal, la patria del Palacio de Brandeso, por cuyos pasillos y jardines transcurrían los amores del Marqués de Bradomín y la pobre Concha, mientras cantaban posados en las camelias los mirlos enseñados por el paje Florisel.


La famosa estatua de Valle-Inclán en el Paseo de los Leones de Santiago. 

Al igual que su vida, su muerte también está nimbada de leyenda. El entierro tuvo lugar el Día de los Reyes Magos de 1936, una tarde de diluvio. El féretro fue conducido por las calles compostelanas hasta llegar al cementerio de Boisaca. Se dice que cuando bajaban el ataúd a la fosa, al atardecer, un joven anarquista se abalanzó para arrancar el crucifijo. Ataúd y joven rodaron por el suelo, en un cuadro que parecía sacado de los mejores esperpentos del difunto. También se dice que los falangistas, para desprestigiar a un autor al que no perdonaban los giros ideológicos de sus últimos años, enterraron un perro muerto al lado de la tumba.


Placa conmemorativa de la muerte del autor. 

Como veis, Valle-Inclán fue genio y figura hasta la sepultura, nunca mejor dicho. Tras mil anécdotas y leyendas, esperpentos y duelos, amoríos y secretos, sus restos descansan en la paz del cementerio de Boisaca, a la sombra de los cipreses venerables. Allí duermen para siempre, arrullados por los réquiems del ruiseñor y por las graves campanadas de Compostela. Y sobre su tumba caen, como caen en sus mejores páginas, las gotas eternas de la lluvia de Galicia.


La tumba de Valle-Inclán.