Cuando pensamos en el Camino de Santiago, lo asociamos sobre todo al Camino Francés, que fue durante tantos siglos nuestra principal vía de comunicación con Europa, por la que llegaban la mayor parte de los peregrinos. Pero no podemos olvidarnos tampoco de los caminos del mar. Por estos últimos llegaban los navíos de los peregrinos desde las costas brumosas de las Islas Británicas, que tenían dos vías de entrada a Galicia: Ferrol y Coruña. En esta entrada rastrearemos las huellas del Camino Inglés en nuestra ciudad.
Para comenzar, nos situamos en la Ciudad Vieja, con sus calles empedradas con olor a salitre, alumbradas por faroles antiguos que le dan un aire romántico, decimonónico. Allí nos orientan las inconfundibles flechas amarillas del Camino, ideadas por el sacerdote gallego Elías Valiña, uno de los grandes artífices de la recuperación experimentada por el Camino de Santiago en el pasado siglo XX. Seguimos la dirección indicada por las flechas, como peregrinos curiosos, y llegamos a la iglesia de Santiago, punto de partida del Camino Inglés. Se trata del templo más antiguo de toda Coruña, levantado en tiempos del rey Fernando II. En el atrio del templo se reunían durante la Edad Media las autoridades del Concello.
Del templo destaca su fachada principal, románica. En ella se puede ver la figura del Apóstol Santiago, montado sobre su caballo blanco, malparador de morismas. Más arriba, en la arquivolta, están esculpidos los veinticuatro músicos ancianos del Apocalipsis, con sus túnicas delicadas y sus instrumentos divinos, preparados para tocar sus serenatas al Señor. Flanqueando la entrada, se ven las figuras de dos apóstoles, escoltados por ángeles de rostros risueños y cabellos rizados, que se miran frente a frente, como si custodiasen alguna secreta profecía. Uno de los apóstoles, de barbas solemnes y rostro sereno, está sosteniendo su bordón de peregrino, con un libro sobre su cabeza, símbolo de la sabiduría.
Allí, delante de la fachada románica del templo, dorada por los rayos de la tarde, recordé la primera vez que visité Santiago. Tendría seis años más o menos cuando descubrí el milagro de Compostela. Caminaba con mi familia por aquellas rúas de piedra, gastadas por los pasos constantes de los peregrinos durante siglos de peregrinación ininterrumpida. Los rostros de santos y patriarcas esculpidos en las fachadas de granito, las melancólicas campanadas de bronce de la Berenguela, la sonrisa pícara del profeta Daniel en el Pórtico de la Gloria... todos aquellos milagros quedaron para siempre grabados en el corazón estremecido del niño que fui. Con este recuerdo de la infancia, terminamos nuestro paseo por A Coruña Xacobea, preparándonos para el próximo Año Santo 2021. Delante del templo de Santiago, emprendemos el camino de vuelta, mientras los últimos rayos del atardecer encienden los cristales de las blancas galerías.
Indicador del Camino de Santiago en la Plaza de Azcárraga.
Para comenzar, nos situamos en la Ciudad Vieja, con sus calles empedradas con olor a salitre, alumbradas por faroles antiguos que le dan un aire romántico, decimonónico. Allí nos orientan las inconfundibles flechas amarillas del Camino, ideadas por el sacerdote gallego Elías Valiña, uno de los grandes artífices de la recuperación experimentada por el Camino de Santiago en el pasado siglo XX. Seguimos la dirección indicada por las flechas, como peregrinos curiosos, y llegamos a la iglesia de Santiago, punto de partida del Camino Inglés. Se trata del templo más antiguo de toda Coruña, levantado en tiempos del rey Fernando II. En el atrio del templo se reunían durante la Edad Media las autoridades del Concello.
La Iglesia de Santiago.
Del templo destaca su fachada principal, románica. En ella se puede ver la figura del Apóstol Santiago, montado sobre su caballo blanco, malparador de morismas. Más arriba, en la arquivolta, están esculpidos los veinticuatro músicos ancianos del Apocalipsis, con sus túnicas delicadas y sus instrumentos divinos, preparados para tocar sus serenatas al Señor. Flanqueando la entrada, se ven las figuras de dos apóstoles, escoltados por ángeles de rostros risueños y cabellos rizados, que se miran frente a frente, como si custodiasen alguna secreta profecía. Uno de los apóstoles, de barbas solemnes y rostro sereno, está sosteniendo su bordón de peregrino, con un libro sobre su cabeza, símbolo de la sabiduría.
Apóstol representado en el templo de Santiago.
Allí, delante de la fachada románica del templo, dorada por los rayos de la tarde, recordé la primera vez que visité Santiago. Tendría seis años más o menos cuando descubrí el milagro de Compostela. Caminaba con mi familia por aquellas rúas de piedra, gastadas por los pasos constantes de los peregrinos durante siglos de peregrinación ininterrumpida. Los rostros de santos y patriarcas esculpidos en las fachadas de granito, las melancólicas campanadas de bronce de la Berenguela, la sonrisa pícara del profeta Daniel en el Pórtico de la Gloria... todos aquellos milagros quedaron para siempre grabados en el corazón estremecido del niño que fui. Con este recuerdo de la infancia, terminamos nuestro paseo por A Coruña Xacobea, preparándonos para el próximo Año Santo 2021. Delante del templo de Santiago, emprendemos el camino de vuelta, mientras los últimos rayos del atardecer encienden los cristales de las blancas galerías.
Fachada románica del templo de Santiago.
Muy bien tramado. Recreado y con los ornamentos precisos. Felicidades
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Antonio.
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