La tradición de la Translatio cuenta que, después de la decapitación de Santiago por orden del rey Herodes, los discípulos del Apóstol metieron sus restos en una Barca. Zarparon del puerto palestino de Jaffa, en una maravillosa travesía. Surcaron las aguas luminosas del Mediterráneo, el mar de los navegantes clásicos y las sirenas; cruzaron el Estrecho de Gibraltar, más allá de las columnas de Hércules; se adentraron en el Atlántico y, por fin, amarraron en Padrón, en Galicia. Tras afrontar mil peligros y superar las pruebas de la Reina Lupa, los discípulos enterraron a su maestro. Allí, ocultado por los árboles del Bosque Libredón, el sepulcro del Apóstol esperó su momento.
El Pedrón al que amarraron la Barca de Santiago.
Y el momento llegó. Corría el año 836. En Europa reinaba Carlomagno, el Emperador de la barba florida, con sus Doce Pares de Francia, cuya hazañas perduran en los versos de los viejos cantares de gesta. España, desde 711, estaba dominada por los musulmanes. El rey de los cristianos, que resistían en el Norte, era Alfonso II, apodado "el Casto". Al saber la noticia del descubrimiento del sepulcro, el monarca partió con su séquito desde su corte de Oviedo, convirtiéndose así en el primero de los muchos peregrinos que, cargados con sus humildes bordones y vieiras, recorrieron los caminos de Europa para llegar a Compostela.
Retrato medieval del rey Alfonso II.
En el reinado de Alfonso II comenzaron también las obras de la primitiva catedral de Santiago. De la vieja basílica románica se conservan el Pórtico de la Gloria, con sus profetas de túnicas elegantes y sus profecías secretas, y la fachada de Platerías, obra del Maestro Estevo. Siempre que paso por la Plaza de las Platerías, con su famosa Fuente de los Caballos, me paro delante de la escultura del rey David. El monarca bíblico, con sus barbas solemnes y su túnica de pliegues delicados, luce su corona forjada en las fraguas lejanas del Oriente, mientras sostiene su cítara, para tocar sus salmos al Señor.
El rey David en la Fachada de Platerías.
Nos acordamos de la historia del primer peregrino mientras paseábamos estos días de Navidad por Santiago. Recorriendo las calles de Compostela, gastadas por los pasos de los peregrinos durante siglos, nos encontramos, sin saber muy bien como, delante del monumento del rey Alfonso II, detrás de la Facultad de Historia. Nos parecía un buen tema para el último post de este 2019, el primer año de historia de nuestro blog. Así que nos pusimos a pulsar con gusto las teclas del ordenador. Mientras, en el horizonte, las ascuas del último crepúsculo del año se van apagando.
Estatua de del rey Alfonso II en Santiago.
Ningún comentario:
Publicar un comentario